Que la falta de educación y civismo sean el pan nuestro de cada día no es sorprendente, lo que es de traca es que estas faltas que cometen algunos (cada vez son más numerosos) puedan resultar perjudiciales a los demás. Los que nos movemos en transporte público vivimos en un estrés continuo, en el que hay pocos momentos para poder relajarse, ya sea para cerrar los ojos o dedicarnos a la lectura. Pues hay personas a las que no les importa fastidiarte estos escasos momentos relajantes. Grandes ciudadanos y ciudadanas es lo que son. Misericordes y empáticos sobre todo.
Ahora está "de moda" escuchar música mediante el móvil; pero el hecho es que no se hace de manera individual, colocándote unos cascos y ya, si no que se hace a todo volumen, para que podamos "disfrutar" todos los presentes. Hay que reconocer que es un detalle por su parte. No sé si a los demás os pasa, pero yo estoy hasta los huevos de tener que tragarme el reguetón, el hip-hop, el dance, el techno, la música tradicional rifeña, del Magreb o de Damasco, El Canto del Loco, a Camela, a Camarón o a Los Marismeños; me es lo mismo. Estoy hasta los COJONES.
El otro día por la noche, dos simpáticos mozalbetes, de pantalones arrastrados por el suelo y calzoncillos a la vista, gorra, piercings, trasquilones y demás parafernalia moderna, repantigados en el gallinero del autobús, con los pies sobre los asientos, educados y cívicos, vaya, nos brindaron una sesión de música (reguetón principalmente) gracias a sus móviles ultramodernos. Se me olvidó agradecerles su detalle. Después de estar fuera de casa quince horas, lo que uno más necesita en el cuarto de hora que tarda el trayecto de autobús en llevarme hasta casa es escuchar reguetón a todo trapo. Ellos lo comprendieron y nos obsequiaron con su selección musical. Podéis imaginaros: digna de Mozart o Lennon.
Pensé, ¿y si hiciese yo ahora lo mismo con pasodobles o con jotas? ¿Y si lo hiciésemos todos? Gracioso estaría, y la cara de los niñatos sería digna de ver. Ni lo voy a hacer, porque no dispongo de un móvil que pueda hacerlo, ni lo vamos a hacer. El silencio, el tragar y apartar la cabeza es nuestra respuesta. Y ése no es el problema. El problema es que el silencio, el tragar y el apartar la cabeza se da en las casas de estos generosos compartidores de música.