Después de una semana de resaca, en la que hemos digerido que la selección española ha conseguido el título de campeón del mundo en Suráfrica (unos y unas aún no se lo creen), es hora de análisis y valoraciones.
No hay duda que la selección de Del Bosque ha sido la mejor del campeonato. El salmantino recibió la herencia del "Zapatones" sin variar apenas el grupo, término que ahora parece haberse puesto de moda en esto del deporte. Un equipo de fútbol ya no se entrena, se gestiona como si sus integrantes fuesen miembros de una empresa; el coaching, la psicología, el scouting, la dietética, etc., cualquier variable se controla al dedillo. Pues bien, Del Bosque ha tenido la suerte de dirigir a la mejor selección española de la Historia. La calidad que pueden atesorar los Xavi, Iniesta, Alonso, Villa, Piqué... no se había concentrado en la historia de la selección jamás. Había habido jugadores de clase en las diferentes etapas, tipos de la talla de Di Stéfano, Kubala, Puskas, Gento, Luis Suárez, Lapetra, Pirri, Zoco, Del Sol, el propio Del Bosque, Maceda, Gordillo, Señor, Sarabia, Butragueño, Michel, Guardiola, Caminero... pero nunca se había dado una conjunción de éstos. Lo que había sucedido hasta ahora es que la clase se veía arropada por la brega, por la "furia"; en el grupo de Del Bosque sucede al revés: la brega (Capdevila, Puyol, Busquets, Ramos) se encuentra dentro de un conjunto especializado en el tiki-taka, al que amasar el balón le encanta. En definitiva, nadie domina la posesión del esférico mejor que los españoles.
Si a este estilo bien coordinado y aprendido le añadimos que el resto de selecciones no está en su mejor momento, y que la suerte ha sido benefactora en esta ocasión, el resultado es el que se ha conseguido: España campeona. Porque vamos a ser serios, el único equipo que ha jugado un poco al fútbol aparte de los nuestros han sido los alemanes (con Otzl y Schwensteiger como timoneles), que con poquito casi nos la lían (el fallo de Kroos ante Casillas pudo decantar el partido para los teutones). Los demás favoritos han sido de chiste: Italia y Francia fuera a las primeras de cambio; Inglaterra clasificada por los pelos como segunda de grupo y eliminada de forma humillante por Alemania en octavos; Brasil jugando a la italiana y ganando con lo mínimo hasta que Holanda le devolvió la moneda del 94 en cuartos; Argentina haciendo lo justo fue sorprendida por el contraataque alemán también en cuartos; y Holanda demostrando en la final lo que podía dar de sí -poco-, y que aun y con eso, Robben les pudo adelantar en el marcador, aunque según se desarrolló el partido el fruto finalmente hubiese caído de maduro y la final se hubiese decantado de parte nuestra. Simplemente hay que ver que Uruguay ha llegado a semifinales sólo con Forlán (Luis Suárez ha estado bastante apagado y su aporte más destacado fue la mano salvadora ante Ghana en el último minuto de la prórroga). Lo que está claro es que para ser campeón del mundo tienen que conjuntarse una serie de factores: juego (lo tenemos), suerte (Casillas y el penalty parado a Paraguay, claves; más los claros errores de los delanteros -Kroos, Robben-), arbitraje a favor (pese a los palos de los oranje, se quedó sin señalar la posible expulsión de Puyol por ser el último hombre en otro mano a mano de Robben; o la no repetición del penalty paraguayo cuando se aprecia cómo entran varios jugadores españoles en el área antes de que Cardozo pateara el balón -compensado al no señalar el hecho a Cesc en el rechace de Justo Villar-; el gol de Villa contra Portugal en fuera de juego por los pelos), y el mal momento de los rivales (léase lo anteriormente escrito). Y a España le ha pasado por una vez. Esperemos que el ciclo continúe para la Eurocopa de Polonia. Por edad, el grupo continuará casi intacto; el estilo seguirá siendo el mismo mientras sus aplicadores jueguen; y los rivales (excepto Alemania) no tienen visos de mejorar. El futuro sigue siendo esperanzador. Que dure.