La Ley de Memoria Histórica, como no puede ser menos en este país caduco, anquilosado y de mente pequeña, ha supuesto para muchos una reapertura de heridas, cuando precisamente está enfocada para lo contrario, para cerrarlas. Los detractores, qué casualidad que los que más alzan la voz en contra de la ley son los descendientes de los vencedores (muchos cómplices o ejecutores), se empeñan en que la ley es una cortina de humo para ocultar los problemas del país, que no hace más que revolver lodos y que es una ley revanchista. Y yo entiendo que es muy duro recordarte que tu abuelo o bisabuelo le pegó un tiro al abuelo de tu vecino. Pero fue así, y si hubiese sido al revés, otros tendrían que cargar con esa culpa. Y el culpable de todo este cisma, cómo no, es Rodríguez Zapatero, que ha querido reivindicar la figura de su abuelo republicano fusilado, capitán del ejército, por cierto. Ya podía el de la ceja haberse estado quietecito, reprochan los más.
La naturaleza de los microcerebros es la de no ir más allá. Por desgracia, este país está lleno de microcerebros y así le va y le ha ido. Siempre a la cola. Si se analiza la historia de España nos encontramos ejemplos de opacidad cerebral en todas las épocas, incluso cuando era un imperio todopoderoso, desde la inquisión, la contrareforma, la conquista de América y su explotación, la expulsión de los judíos, la masacre de moriscos, las guerras de religión, la oposición a los afrancesados, los cien mil hijos de San Luis, las guerras carlistas, el desastre del 98, la Semana Negra, la guerra de Marruecos, las revoluciones obreras, el golpe militar del 36... Y eso a grosso modo. Por cierto, en muchos casos con la Iglesia de por medio, qué casualidad también. Lo que está claro es que nos gusta ser cortitos y quedarnos con lo básico, sin aceptar nuestra culpa y enfocar las cosas de una manera aséptica. Los estadounidenses tuvieron su guerra civil allá por 1861-1865, en la que se luchó entre otras cosas por la libertad real de personas que hasta ese momento eran esclavos. Otras cosas no habrán superado (las diferencias raciales existen aún, por no hablar de las económicas), pero la guerra sí, y en ella también unos hermanos mataron a otros. El país está lleno de parques nacionales, museos, memoriales, etc., que conmemoran aquel conflicto y nadie se rasgó las vestiduras, ni nadie ha considerado que es reabrir heridas; es más, se sienten orgullosos de ellos. Pero Spain is different.
El último ejemplo de limitación mental en nuestro país se ha dado en un pueblo de Ávila este fin de semana: Poyales del Hoyo. Activistas por la Memoria Histórica (unos 70) que se han opuesto a la decisión del alcalde (PP) del pueblo de trasladar a una fosa común los restos recuperados, identificados y enterrados nuevamente de personas fusiladas durante la guerra. Los vecinos, al parecer jaleados por los ediles populares del consistorio, salieron a la caza del activista con palabras de ánimo tipo "Putos rojos" o "Si Franco levantara la cabeza os cortaba el cuello". Lo de ser agradable con el forastero es típicamente español, para qué se lo vamos a reprochar a estos acogedores pueblerinos.
Pues así está el patio otra vez en algunos sitios. Lo de pasar página y analizar las cosas de manera objetiva no está en la spanish nature. Que se lo pregunten a la corporación municipal de Granada, con su alcalde y portavoza del ayuntamiento a la cabeza. Para ellos ya está bien lo de tocar los cojones con la búsqueda de los restos de Lorca, que es una mamarrachada. Snif.
La ley, para mí, se ha quedado corta en muchos aspectos y por otros ha tenido un afán de mutilar la historia. Considero que no deberían haberse tocado ciertos monumentos preconstitucionales, por eso mismo, porque son parte de la misma. Nos guste o no. Es como si a los alemanes les hubiese dado por derribar Auschwitz; qué mejor testigo de lo ocurrido trágicamente durante el nazismo que mantener en pie el mayor campo de exterminio construido jamás. Que se pueda visitar es un lujo. Aquí debería haber pasado lo mismo. Poder ir a una plaza y ver un monumento en memoria de Franco, Yagüe y José Antonio, y que se explique quiénes fueron, qué hicieron, con pelos y señales. Qué mejor ejemplo para la memoria histórica que mostrar y no olvidar. Dónde fusilaron a unos y a otros, por qué se canoniza a unos y a otros ni siquiera se les busca. Son ejemplos.
Pero mientras este país sea como es... no habrá manera de solucionarlo. Sobre todo si con la Iglesia hemos topado, que en gran medida es la que tiene que callar más debido a su connivencia con los golpistas a lo largo de cuarenta años de dictadura y casi otros tantos de democracia.