¿Qué le pasa a este Madrid de Messina, que un día apabulla a Olimpiacos y al otro pierde con el Gran Canaria después de dominar durante buena parte del partido? Y lo malo de esto es que no ha sucedido una vez, sino que se está convirtiendo en una rutina. Si echamos la vista atrás en esta temporada nos encontramos con una deplorable semifinal de Supercopa contra el Barça (89-55) después de haber masacrado un par de días antes en un amistoso al Meridiano Alicante en su cancha por treinta puntos. Sí, es comparar caviar con mortadela, pero las sensaciones transmitidas en uno y otro encuentro fueron antítesis, la de dos equipos diferentes por completo: uno hecho y otro por hacer. Seguimos con los ejemplos de la ambivalencia merengue, incluso en el mismo partido: partido en Grecia contra Olimpiacos. Dos cuartos y medio dominando al rival y se tira todo a la basura en el cuarto y medio restante, con lo que se pierde de 16. Primer gran chasco de Sergio Rodríguez, que fue pasado por encima por Spanoulis y Teodosic; y el juego interior fue arrollado por Nesterovic y Bourossis. Importante señal de alarma, y cuestionamiento de los fichajes de Fischer y Tucker, que ni uno intimida lo que se le supone ni el otro anota lo que también se le presupone. El único que responde a las expectativas es Suárez, al que se le echó en falta más de la cuenta en Las Palmas. Las siguientes semanas traen tranquilidad y victorias en la competición casera y europea, hasta que el Meridiano Alicante, que no conocía la victoria (y, para más inri, hasta ahora es la única que ha conseguido), rompe la racha blanca y devuelve a los madridistas a la cruel realidad de que no son un equipo fiable. Un partido más o menos controlado se convirtió en un naufragio. Pero para naufragio el acontecido en Charleroi, donde anotan 49 puntos, con un 1/15 en triples y un 29% en tiros de dos (16/55). La imagen del equipo y de Messina sale tocada, sobre todo la de este último, que echa balones fuera y es ratificado en el cargo hasta final de temporada por la directiva. Malos tiempos para la lírica. El equipo trata de redimirse en liga en un partido en casa ante Blancos de Rueda Valladolid, que lleva una temporada magnífica; se pone por delante con solvencia, pero al final pide la hora al verle las orejas al lobo. Una nueva oportunidad se presenta ante Olimpiacos, en un partido que tienen que ganar si quieren tener opciones de ser primeros en el grupo y no complicarse la clasificación. Y aquí, el equipo presenta la mejor cara en lo que va de temporada. Incluso se queda a un triple de voltear el basket average. Todo apunta a que se encaminan de nuevo por la senda correcta. Pero llegó el partido en la cancha siempre complicada del Gran Canaria, que llevaba 15 partidos de liga regular sin perder. Y volvemos a las andadas: partido que se va ganando de 6-8 puntos en el último cuarto, con la estrella local Carroll controlada y con los "cuestionados" Fischer, Tucker y Veljkovic ofreciendo su mejor nivel, aunque con Llull, Rodríguez y Tomic (¿cuántas van ya de estos dos últimos?) a bajo nivel, y se produce el cortocircuito de equipo juvenil y otra derrota a la buchaca.
Todo este análisis nos lleva al callejón sin salida de siempre: un equipo tan irregular, que busca su identidad sin encontrarla, tiene muy mala pinta, porque puede ganar a cualquiera y perder con cualquiera. La cara que va a ofrecer el equipo en cada partido es una incógnita, y apostar a su favor es complicado, sea quien sea el rival. Cosas a favor: la vuelta de Prigioni, la aclimatación paulatina de los americanos, la entrada en rotación de Veljkovic, la regularidad de Reyes y Suárez. Cosas en contra: el bajo nivel de Sergio (¿cuál es el suyo en realidad? ¿se puede decir que ha mejorado en la NBA? ¿ha sido no más que un fichaje mediático?), la carencia de Tomic (regular en ataque, muy mal en defensa), la dependencia de Suárez y Llull, la falta de oportunidades de Mirotic para saber si vale o no, la incapacidad de Messina por cambiar el rumbo.
Hagan juego señores y señoras.
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