Por segundo año consecutivo Los Ángeles Lakers se han proclamado campeones de la NBA. Y también por segundo año consecutivo Kobe Bryant ha sido designado MVP de la final. Sus números en los siete partidos son a priori estratosféricos: 41,1 minutos por partido, 28,6 puntos, 6 rebotes, 5,5 asistencias, 2 robos y 3,9 pérdidas. Espectaculares, ¿no? Pues ahora vamos con la otra lectura: 40% en tiros de campo, 32% en tiros de tres, 88% en tiros libres. En el séptimo partido 6 de 24 en tiros de campo, eso sí, con 11 de 15 en tiros libres. Sus números se hinchan a base de tiros libres; por cierto, 37 a 17 para Lakers en el último partido; si contamos que han ganado por cuatro, ¿dónde ha estado la clave de la victoria? Blanco y en botella.
En definitiva, sigo ratificándome que cualquier jugador, y digo cualquiera, puede anotar veinte puntos si le dan bola para tirarse las zapatillas. A más posesión y más tiros, más personales y más tiros libres. Ejemplo claro: el jugador del Ayuda en Acción Fuenlabrada Batista. Tiene dos movimientos, es bajito para jugar de cinco aunque vaya bien al rebote. Números: 9,9 tiros por partido (54%) y 4,8 tiros libres (71%), total 14,1 ptos./partido, 125 faltas recibidas. No parecen números estratosféricos, pero ha sido el 10.º máximo anotador de la liga. Splitter ha tirado menos que él tanto de dos como libres; Navarro: 6 de tres por partido (39%), 4,7 de dos (56%), 2,9 en libres (85%).
Así, lo del baloncesto estadounidense parece de chiste: la estrella tiene licencia para todo. ¿Se permitiría a un jugador ACB lanzar 25 tiros en un partido? ¿El grupo lo consentiría? Aquí tenemos a Navarro y a Splitter como casos extremos y mediáticos y no superan los doce tiros por partido.
Lo que han conseguido con este estilo es que el basket yanqui me llegue a aburrir. De todos modos hay que felicitar a Gasol por su gesta.
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