El viernes asistí al concierto que Serrat celebró en el teatro de la Zarzuela. El hombre lleva dos semanas ininterrumpidas en cartel presentando su último homenaje a Miguel Hernández (Hijo de la luz y de la sombra). Si tuviera que calificar el concierto lo haría con nota alta. Joan Manuel Serrat, haga lo haga, es un genio. He de reconocer que su selección de poemas de Hernández y, por ende, su adaptación musical, me deja frío en su mayor parte. Quizá sea porque tiendo a compararlo con el anterior tributo al poeta de principios de los setenta, que probablemente sea de lo mejor de su extensa carrera. Quien no lo haya escuchado, que lo haga, porque es una obra maestra. Por eso, para mí, el momento más emotivo del concierto fue cuando cantó, acompañado de su guitarra y una violinista, Menos tu vientre, después de haberlo enlazado con unos versos "nuevos".
En definitiva, a los genios se les acepta todo y más cuando los tienes a cinco metros y siguen poniendo la misma intensidad que cuando eran principiantes. Serrat formará parte de mi banda sonora, y seguro que de la mayoría de los habitantes de este país.
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