Desde que escribí mi último post acerca del Real Madrid de baloncesto, el equipo ha jugado dos partidos. Balance: una derrota en Belgrado y una victoria en Málaga. A simple vista puede parecer lógico que se pierda en una cancha "hostil" como es el Pionir de la capital serbia, o es a eso a lo que parecen agarrarse los más optimistas; que, por su parte, sacan pecho de la victoria en el Martín Carpena, siendo ésta un golpe de autoridad sobre el equipo que hasta ayer era colíder de la liga junto a blaugranas, blancos y lucentinos.
Han sido dos partidos en los que mis conclusiones siguen confirmándose: el equipo tiene opciones cuando corre, si no, está listo. En Belgrado fue un títere en manos serbias hasta que se quitó la caraja (parcial 10-0 al principio); el partido se igualó con un Carroll de fábula, pero llegaron los momentos clave, y, ¡ay amigo!, el equipo demostró no saber jugarlos. Llull fue fiel reflejo de esta incapacidad y demostró sus carencias como base pese a su buena anotación particular.
Ayer en Málaga pasó algo extraño e imprevisible, a priori. Unicaja jugó a lo que juega el Madrid. Chus Mateo se echó un órdago y la pifió. Permitió la única opción de juego que hasta ahora tiene el Madrid: correr. Y Rudy y Carroll hicieron de las suyas con 18 tantos cada uno. Resultado: 16 arriba para los merengues (el Madrid anotó 96 ptos. fuera de casa)
Tampoco hay que engañarse sobre la dificultad de los rivales, pues Partizán y Unicaja tienen un nivel parecido. Con uno se ha perdido y con el otro se ha ganado; pero la clave sigue estando en el juego que el rival conceda. Partizán supo en cierto momento parar las carreras y Unicaja, no.
Ésta va a ser la tónica de la temporada. Laso apuesta por esto, y es que creo que no le queda otra mientras no cuente con un buen base. Mientras tanto, espera una lotería hasta que lleguen los rivales duros. Ahí sí que no habrá opciones.