Si el viernes, después de que el CSKA venciese al Barça en semifinales, afirmé que los rusos eran los mejores de Europa, hoy, tras haber perdido la final ante Panathinaikos, sigo afirmándolo categóricamente.
El CSKA llegó a ir perdiendo por 23 ptos. al principio de la segunda mitad, pero poco a poco, sin hacer ruido como la hormiguita, fue limando la diferencia hasta gozar de una posesión para ganar el partido. El tiro de tres de Siskauskas no entró. Esta remontada sólo la puede hacer un equipo como el moscovita.
Fue ahí, en el lanzamiento de tres donde estuvo la clave del encuentro: la diferencia de triples anotados entre atenienses y moscovitas fue de 13 a 5, es decir, una diferencia de 24 ptos. El triple condenó al equipo de Messina. Y fueron ellos mismos los que lo hicieron, no la defensa griega. Ésta fue muy fuerte y maniató a los rusos, pero principalmente fue en el interior de la zona, con múltiples ayudas; pues los tiros exteriores de los rusos se realizaron con cierta soltura. Un equipo que concede esta ventaja en la anotación de tres está condenado a perder.
Los dioses del baloncesto parecieron castigar al CSKA, permitiéndoles la remontada pero impidiéndoles anotar el último lanzamiento, precisamente un triple. Como si se negasen a aceptar que un equipo que lo hace tan mal desde fuera pudiese ganar con un lanzamiento lejano, que no ha querido entrar a lo largo del choque (31,2%).
Otro detalle del partido. Obradovic fue dueño del primer tiempo; pero a la larga, Messina le dio una lección de dirección, por mucho periodista deportivo que diga lo contrario. El serbio fue incapaz de mantener una ventaja amplia y motivar a sus jugadores para que no se dejaran llevar; se olvidó de su jugador más determinante (Pekovic) en la segunda mitad y de su cerebro (Jasikevicius); protestó lo improtestable, pero la suerte, si se puede llamar suerte a fallar un triple en el último segundo, le benefició esta vez. Así consigue su séptima Euroliga, derrotando a Messina por tercera vez en una final. Por su parte, el italiano fue incapaz de parar la sangría anotadora griega en la primera mitad. Su defensa (la mejor de la Euroliga) fue un coladero esta vez, aparte de que el único que anotó en su equipo fue Holden. Sin embargo, la segunda mitad vio un clinic de esfuerzo defensivo colectivo, atorando las vías de ataque del Panathinaikos. Pero lo que empieza mal no puede acabar muy bien, y el ataque siguió siendo espeso a pesar de todo. Un secundario inesperado (Perperoglou, con seis puntos conscutivos) volvió a lanzar a los griegos cuando el CSKA se puso a 6 ptos. a falta de ocho minutos. Los rusos volvieron a intentarlo y, finalmente, tuvieron la opción de ganar el partido. Pero el triple fatídico les condenó.