Siempre me ha resultado cómica la facilidad con la que los equipos grandes suelen protestar por las actuaciones arbitrales. Se sienten ultrajados en la mayoría de los casos y ponen el grito en el cielo por la labor del trencilla. Buscan causas a esos perjuicios, como que de dónde es el colegiado, que si el club no apoya a la candidatura presidencialista de tal o cual institución, que si es bueno para la audiencia alargar la competición, etc. Chorradas. Unas veces les perjudican, pero les benefician la mayoría. No voy a hablar de lo que opinan los clubes humildes de esto. No. Porque las compensaciones son las menos para ellos.
Sólo quiero destacar lo que ocurrió ayer en Stamford Bridge. Como el señor Guardiola ya puso el grito en el cielo en el partido de ida contra el arbitraje, no creo que tenga la cara de hacerlo ahora después de lo de ayer. El entrenador del "mejor equipo del mundo", de ese que va a marcar una época, se ha metido en la final de la Champions gracias a un escandaloso arbitraje a su favor, el cual ha birlado a los ingleses al menos tres penalties claros. Seguramente ahora dirá "yo no opino de los árbitros", cuando lleva haciéndolo toda la temporada. Los ingleses ven manos negras de la UEFA que han querido evitar una nueva final con dos equipos ingleses. Razón al menos hay para sospechar.
Lo que está claro es que de los arbitrajes se quejan siempre los que menos tienen que quejarse. Si analizamos la historia del F.C. Barcelona, a ver de qué pueden quejarse, ¿de las ligas de Tenerife, por ejemplo? ¿De la ejemplificante sanción que le impusieron por no presentarse a jugar un partido de Copa contra el Atleti en el Camp Nou?
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