Con estas cuatro palabras contundentes ha finalizado hoy Iñaki Gabilondo la última entrada de su vídeo-blog. Yo las secundo plenamente.
Vivimos en un país que está abocado a la ruina por un Gobierno que ha decidido acabar con todo lo construido y conseguido en los últimos 30 años, incluidos los ocho de Aznar, que no me olvido. La andanada de recortes que van a afectar en mayor medida a los pilares básicos de un estado de derecho (educación, sanidad y trabajo) parece no tener fin, y, con ella, el Gobierno está aprovechando el tirón para convertir una democracia en una dictadura.
Por ejemplo, no sólo se maneja desde Interior penar la resistencia pasiva, sino que también "plantea imputar penalmente a partidos políticos y sindicatos si sus afiliados causan daños en manifestaciones". Por si fuera poco también van a cambiar el Código para que "encadenarse’ por los brazos, es decir, agarrarse unos a otros en las manifestaciones, sea atentado contra la autoridad." Suena a hitleriano, franquista y stalinista ¿no?
Pues sigue. Ahora toca el turno de la televisión pública, que de ahí es donde viene la indignación del vídeo de Gabilondo. El PP no se ha cansado de atacar a TVE no ya desde la oposición, sino que no ha dejado de hacerlo una vez instalado en la Moncloa. Arremeten contra la televisión más imparcial que ha tenido la historia de la democracia española, reconocido esto desde todos los entes y organismos internacionales. No tienen vergüenza. Quieren convertir TVE en la infame Telemadrid o Canal 9. Estos personajes del Gobierno han decidido cargarse el sistema consensuado e imponer su mayoría absoluta en el Congreso para instalar al nuevo director de RTVE y reducir el número de consejeros del consejo de administración de la corporación. Todo con la excusa de que la negociación está bloqueada. Falacias.
Algunas voces insinúan que el Gobierno debe ahora pagar el peaje a la caverna del TDT Party, por su labor torpedera de estos últimos seis años. Y que los y las postulantes para ocupar nuevos sillones y platós del ente público están reclamando a voz en grito lo que creen se merecen después de su gran labor periodística. Esto no quita que el Gobierno quiera acallar las voces y visiones analíticas que puedan menoscabar y poner peros a la gran labor gestora que están desempeñando.
Miedo, es la quinta palabra que yo añadiría al cierre de Iñaki.
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